Una feroz guerra brindaron Devin Haney y Vasyl Lomachenko la noche del sábado en el MGM Grand de Las Vegas.

Al final, en medio de la controversia y los abucheos incesantes del público, Haney retuvo los cuatro títulos de los pesos ligeros con cartones de 115-113 en dos oportunidades y 116-112.

Los abucheos se explican con la misma razón por la que Lomachenko lucía desconcertado al final de la contienda: muchos vieron ganador al ucraniano.

Desde el inicio Lomachenko imprimió una velocidad feroz a la lucha y con sus característicos ángulos complicó en demasía a Haney, que recurrió desde muy temprano a los abrazos para frenar los embates del contrario, lanzándole toda su corpulencia encima al ucraniano.

Justamente esa corpulencia de Haney era el factor diferencial, pues mientras que él con un solo golpe hacía daño, Lomachenko tenía que recurrir a largas combinaciones para causarle real daño al estadounidense.

El castigo era en ambas vías, tanto que ambos peleadores mostraron pómulos bastante lastimados.

Sobre el final, Haney quiso trabajar a zonas blandas, pero Lomacheno demostró que tiene bastante resistencia.

A sus 35 años, el ucraniano demostró que aún tiene mucho por dar, máxime cuando en los dos últimos rounds seguía luciendo su excelso estado físico, llevándose por lejos los rounds y causando mucho daño.

Haney pudo haber tenido su última actuación en las 135 libras, categoría en la que solo se quedaría si le llega una jugosa oferta. Podría ser una revancha con Lomachenko o un duelo con Gervonta Davis.

Haney elevó su invicto a 30 peleas, realizando su primera defensa como campeón indiscutido, mientras que Lomachenko sufrió su tercera derrota en 20 contiendas.