Fidel Bassa estuvo durante siete años como boxeador profesional, pero su carrera profesional terminó de manera repentina y sorpresiva.
Fue un 30 de septiembre de 1989, cuando el hasta entonces invicto colombiano recibía en Barranquilla al venezolano Jesús ‘Kiki’ Rojas, clasificado número nueve en el ranking de los moscas de la AMB, donde reinaba Bassa.
No era un reinado efímero, como los muchos que tenemos en Colombia para esta época, pues el magdalenense ya completaba dos años y medio con su título mundial, que había defendido en seis ocasiones en plazas como su país, Panamá, Reino Unido y Estados Unidos, contra peleadores de alto nivel.
Sin embargo, esa fatídica noche del 30 de septiembre, un poco conocido Rojas llegaría a la capital del Atlántico para acabar con su reinado mundialista y, de paso, con su carrera como boxeador profesional.
“Yo fui con firmeza y gran confianza de lograr el título mundial. Fue una alegría cuando se produjo esa oportunidad”, comentó Rojas en conversación con Boxeo de Colombia.
Al venezolano no le importó la bolsa de seis dólares que le habían ofrecido los organizadores del evento, liderados por el desaparecido Billy Chams y comunicados por el manejador Ramiro Machado. Rojas soñaba con un título y eso costaba más que cualquier bolsa ofrecida.
“Yo era número nueve y solo quería el título mundial, que me pagaran lo que sea. De ahí para adelante es que uno comienza a exigir”, manifestó.
Sin embargo, todo estaba en su contra. Dentro de lo sorpresivo e impredecible del deporte, era normal pensar en la séptima defensa exitosa de Bassa, después de haber traído a salvo su correa de los lugares antes mencionados, sorteando obstáculos de la talla del irlandés Dave McAuley, el panameño Hilario Zapata o el estadounidense Ray Medel.
“Todos pensaban que Fidel iba a ganar, pero él sabía que la pelea no era fácil. Yo sabía que iba a combatir con un gran campeón, pero iba firme, con hambre. Yo siempre agarré el boxeo con mucha responsabilidad, como un trabajo. Había visto muchas veces pelear a Bassa y sabía que me iba a medir a un gran campeón. Sabía el compromiso que tenía. Ramiro Machado siempre llevaba peleadores buenos”, recordó.
Además, en Barranquilla no tuvo un camino fácil, pues rememoró cómo allegados a Bassa quisieron impedir que realizara un correcto cierre de campamento.
“Mario Miranda (exboxeador) me tenía loco, no me dejaba entrenar. Yo les decía que si querían que durara más de cinco rounds con Fidel Bassa me dejaran moverme, porque si no iba a durar dos rounds. Entonces, ¿iban a pagar unos pesos para ver dos o tres rounds? Les pedía que me dejaran tranquilo, porque Colombia y Venezuela es lo mismo”, señaló
Bassa era una máquina de tirar golpes y Jesús recordó que tenía “un buen jab”, sin embargo, no era su mejor mano. “Él tenía un gancho que tiraba por encima y lo estaba esperando para conectarlo por dentro. Fidel Basa daba fuerte, daba duro”, añadió.
Sin embargo, y contra todo pronóstico, ‘Kiki’ Rojas hizo la mejor pelea de su vida y sentenció el futuro del título mosca de la AMB. Todo el estadio Humberto Perea se enmudeció cuando sonó el último campanazo, ese que casi presagiaba la victoria extranjera en tierras calientes. Las tarjetas finales no tuvieron sorpresas: 117-114 mostró el juez ecuatoriano Luis de Faz, mientras que los panameños Emma de Urrunaga y Humberto Figueroa concordaron con un 115-114.
“Si daban ganador a Bassa era el fin del mundo. Yo gané mi pelea bien y nadie pudo estar inventando, pero fue un gran combate”, sentenció.
Ese fue el fin de la carrera deportiva de Fidel Bassa, un hombre que se inclinó por los negocios. “Pensé que Fidel me iba a buscar revancha, porque yo tenía con ellos dos o tres opciones firmadas. Estaba a la expectativa, nunca pensé que se iba a retirar”, reconoció.
Sin embargo, de todo ese suceso quedaron buenos recuerdos y sobre todo buenas amistades. ‘Kiki’ Rojas recuerda con cariño a colegas como Miguel ‘Happy’ Lora, Antonio Cervantes ‘Kid Pambelé’ y el mismo Bassa, con quien mantuvo la comunicación.
“La amistad en el boxeo permanece, a pesar de que nos cogemos a puños, la amistad es perdurable. Estamos ahí por un compromiso, pero de ahí no vamos a salir de enemigos”, resaltó.
Hoy reconoce que debe su progreso de vida al boxeo. Sus tres hijos (dos ingenieros y un oftalmólogo) pudieron estudiar una carrera universitaria, mientras que él se capacitó como licenciado en Educación Física con especialización en Gerencia Deportivo, todo motivado por la fundación que lleva su nombre y con la cual organiza boxeo amateur y entrena a peleadores de la rama aficionada y profesional, todo sin ánimo de lucro ni ayuda gubernamental.
“Quiero regresarles a ellos lo que el boxeo me dio a mí”, sentenció.
Por: Jeffry Almarales Nieto