Desde el sábado por la noche cuando el doble campéon olímpico y excampeón mundial Robeisy Ramírez levantó la mano izquierda en señal de abandono al árbitro de la contienda Chris Flores en la sexta vuelta ante el campeón mexicano Rafael «Divino» Espinoza, en Phoenix, los fanáticos y seguidores del boxeo en las redes sociales calentaron el debate con el prematuro final argumentando qué más allá del presunto golpe ilegal, el de Cienfuegos pudo jugar una carta adicional antes del retiro.
Cuando se refieren a «una carta adicional» muchos dan a entender a «jugar un poco en el lado gris del reglamento», jugar en los propios términos del rival, cómo decía el cantautor colombiano Joe Arroyo: «Tú me tiras a mi las cajas, yo te tiro los cajones».
Si bien Ramírez, y así lo testifica el video de la pelea, advirtió a Flores con su debido tiempo los codazos, accidentales o no, que le propinó el azteca sin encontrar el eco apopiado en el tercer hombre del ring, «El Tren» pudo haber apelado a «la calle», esa manera de coloquial de describir cuando se apelan a otros o los mismos recursos antideportivos para equilibrar un poco la mesa de discusión.
Aquello de «¿quiéres boxear?, vamos a boxear», o «¿quiéres jugar sucio?, juguemos sucio». Lo que en su momento hizo «El Chino» Marcos Maidana ante Adrien Broner o lo que hizo Argentina en el Mundial de Qatar ante Países Bajos. Calle, pura y dura. Cuchillo entre los dientes antes de tener que llegar a un hecho forzoso de retiro como el dolor de una fractura orbital, que solo Ramírez sabe cuánto puede doler. Tener que cuidar un sentido tan sensible como la vista y tan importante en la experiencia de vida con nuestro exterior (ver a los hijos, a la esposa, los paisajes, etc) no se le reprocha en lo más mínimo a Robeisy.
En la vida como en el juego se conoce al caballero, dice el viejo refrán, que recuerda que en la vida como en el boxeo no se puede andar por allí jugando sucio, pero la misma vida y el mismo boxeo le van enseñando a uno y a los mismos protagonistas que hay algunas peleas que se tienen que dar «en los callejones oscuros de la vida» donde la supervivencia trasciende los reglamentos.
