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Sergio Estrada, el soldado que pensó suicidarse y ahora cura el dolor ajeno

En los Estados Unidos de Norteamérica conformar las filas del Ejército se ha constituido en un valioso logro, lo que llena de mucho orgullo a los jóvenes que a muy temprana edad toman esa decisión,  sin saber que entrarán a una dimensión desconocida y que jamás podrán ser las personas que fueron antes, transformados por las vivencias internas.

Este es el caso de Sergio Estrada, quien actualmente es el curador de heridas que tiene en la esquina el colombiano Óscar Negrete, pero que en su momento alineó en las filas del Ejército.

La experiencia de Estrada en la institución militar empezó como una de esas emboscadas al enemigo. “Mi papá no estaba de acuerdo con que me fuera al Ejército y necesitaba su aprobación por ser menor de edad. Esperé varios días hasta  que encontré el momento indicado, fue una mañana  cuando se iba apurado a su trabajo, le mostré un papel  para firmar, le mentí diciendo que era algo del colegio y me lo  firmó sin saber  que estaba aceptando mi entrada a las fuerzas militares”, recordó Estrada en diálogo con Boxeo de Colombia.

Para ese entonces, Sergio apenas terminaba la secundaria y, un 20 de abril del 1993, dijo que se tomaría unas vacaciones. La sorpresa solo llegó tres meses después, cuando Sergio, de vuelta a California de su supuesto plan de turismo, se comunicó con su familia para que lo fuesen a recibir a Los Angeles International Airport, llevándose estos un impacto emocional al verlo que estaba con el uniforme de militar. En ese momento, su padre no tuvo más remedio que aceptar la decisión.

La labor de Estrada era ir con su tropa como médico, pero al mismo tiempo cargaba un arma de fuego con la que se defendía de sus contrarios. Sin embargo, la tarea que más disfrutaba Sergio era la de salvar vidas. Su objetivo era ‘revivir’ a los miliares que agonizaban en medio del fuego cruzado y de inmensas explosiones.

“Mi vida no me pertenecía, lo mío era atender sin importarme que en algún momento podía ser yo”, sentenció con gran vehemencia Estrada, mostrando su gran compromiso por su labor.

Aunque no todo fue color de rosas, como se imaginó antes de tomar la decisión de ingresar al órgano estatal. “Todavía pienso en eso y me da mucha depresión y tristeza. Recuerdo que uno de los tanques de mi tropa fue atacado con una bomba incrustada en la carretera, yo iba detrás de ellos, vi uno de mis soldados casi moribundos, lo empecé atender cuando viene uno de mis asistentes médicos pidiéndome que lo dejara de atender porque del otro lado habían dos más en peores condiciones que él no sabía atender por falta de experiencia. Personalmente nunca permitía eso pero no sé qué  pasó, lo acepté, agarré mi equipo de ayuda y crucé la calle para atender a los otros dos heridos. Cuando miré hacia atrás vi caer en ese lugar donde estaba un torpedo y observé pedazos de las extremidades del hombre que tomó mi lugar. Él me salvó mi vida, eso es muy duro, no lo puedo quitar de mi mente”.

Estrada atravesó dos épocas de guerras terribles, Operación Iraqi Freedom y Operation Enduring Freedom, pero después fue retirado en contra de su voluntad cuando un mayor del Ejército le comunicó que las múltiples batallas habían afectado su parte emocional y por ende expiró el contrato y lo dejó en libertad para que Sergio regresara con su familia.

Aquel 26 de mayo de 2014 cuando Sergio se vio obligado a dar un paso al costado quedó guardado en el baúl de sus recuerdos más significativos y atrás quedaron los 21 años en los que con mucho honor defendió los colores de su patria. Sin embargo, Estrada aún no había superado la guerra más difícil.

“Me diagnosticaron desorden en mi cerebro por las explosiones y, además, me dijeron que tenía en todo mi cuerpo fragmentos de explosivos. Caí en un abismo, no quería salir de mi habitación, por un año tomé pastillas para mi depresión, hasta que llegó el momento más crítico de mi vida, en el cual traté de quitarme la vida”.

Como ocurre en muchas ocasiones, Sergio debió tocar fondo para convertirse en una persona nueva y en esa metamorfosis su pareja sentimental cumplió un papel trascendental.

“Solo recuerdo que estaba sentado en el piso al lado de mi cama con un arma metida en mi boca y vi a mi esposa quitármela lentamente. En ese momento pensé que Dios tenía un propósito conmigo”.

Fue así como Sergio comenzó a frecuenta viejos amigos y a conocer muchos otros. Este camino lo llevó a meterse al mundo del boxeo, puesto que un hombre que trabajaba como DJ lo invitó a un evento organizado por Golden Boy, solo para despejar la mente.

“Ese día fui a las peleas, fue donde conocí a Negrete.  Empecé a hablar con los boxeadores y fue cuando me sentí diferente. Yo tenía la experiencia de peleas en la guerra y ese día sentí como el rompecabezas de mi vida encajó la última pieza, que era yo”.

Fue así como la vida de Sergio recobró el sentido, pues aunque cambió los combates con explosivos por combates sobre el ring su función sigue siendo la misma: salvar vidas.

“César (García, manejador de Negrete) me comentó que yo había salvado muchas vidas y en el evento había vuelto a ver heridas y me preguntó que si no me animaba a curar la de los boxeadores. No dudé en responder que sí y es lo que hace dos años estoy haciendo”.

Con los boxeadores, Sergio siente que “recuperó” parte de su familia perdida, esa misma que lo acompañó en los combates armados.

“No solo en las peleas me siento bien, sino cuando salimos a comer o cuando vamos al gimnasio. Siento hoy que ellos son mis soldados de guerra que tengo que salvar, por eso este trabajo lo hago con mucha dedicación. Son la familia que había perdido”.

El deber de volar a Las Vegas para la pelea del 6 de mayo entre Canelo Álvarez y Julio César Chávez Jr. no se hacía esperar, la hora de mi vuelo estaba próxima, por lo que debí despedirme, pero no sin antes hacerle una pregunta cuya respuesta me tenía intrigado. “¿Volverías al Ejército?”.

“Esta pregunta me la han hecho muchas veces. Lo haría una o más veces porque todo lo que pasó adentro me hizo ser la persona que soy. Aunque he batallado con heridas profundas en mi mente y en mi cuerpo, tengo que seguir adelante porque algo tengo claro: vine a este mundo a servir”.

Por: Marco Pérez Zapata

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