in , ,

Wilson Morelo, el goleador que soñó con ser campeón de boxeo

Crédito: Mpsportimages.com

Es común verlo de rodillas sobre el césped, o mostrando una camiseta con la leyenda ‘No soy yo, es la gloria de Dios en mí’. Con 33 años recién cumplidos, Wilson Morelo triunfa en el fútbol, desempeñándose como delantero en Colón de Argentina, sin embargo, en algún momento de su niñez practicó el boxeo, deporte que consideró tomarlo para convertirse en un deportista profesional.

El deporte era el vehículo perfecto para superarse y hacerle frente a una cruda realidad social en Montería, cuando vivió en una invasión que posteriormente fue reconocida como barrio y se conoce con el nombre de Canta Claro.

“Vengo de una familia pobre. Mucha gente invadió un terreno, en ese entonces era una finca y no nos pudieron sacar. De a poco nos comenzaron a tener en cuenta y hoy es un barrio muy grande. Siempre que voy a Montería visito el barrio, porque crecí allí y tengo amigos, son personas que ocupan un lugar importante en mi corazón”, contó Morelo, invitado especial a BDC Podcast, que se emite las noches de lunes a viernes por nuestro canal de Facebook.

Por su sangre corre el boxeo, pues es hermano menor del recordado William ‘Martillo’ Morelo, boxeador colombiano que alcanzó a luchar en su carrera de nueve años por varios títulos regionales, hasta que en 2009 segaron su vida con un atentado a bala, cuando el púgil se disponía a comenzar con su rutina de entrenamientos.

“De niño peleaba mucho en la calle. Tenía la sangre de que nada me daba miedo. En esos tiempos uno peleaba con el amigo y al rato se hablaba y jugaba.  Mi hermano siempre me llevaba desde niño al Coliseo Miguel Happy Lora y comencé a trabajar entre el fútbol y el boxeo. El boxeo me gustaba mucho, pero estaba en una escuela de fútbol. Me llegó la edad de decidir qué camino agarrar y mi papá me decía que no podía estar en las dos cosas a la vez. Decidí el futbol, pero me gusta mucho el boxeo, siempre veo las peleas importantes. Cuando pasó lo de mi hermano quedé resentido, pero me gusta el boxeo”, recordó Morelo.

Su posición siempre fue la de ser el delantero centro, aunque en sus comienzos, los técnicos preferían poner por encima suyo a otros jugadores más experimentados, brindándole a Morelo la posibilidad de actuar como volante abierto, la cual rechazó en varias ocasiones, prefiriendo esperar su oportunidad. Su talento goleador se vislumbró desde que conformaba equipos de barrio.

“Con una pelota saqué a mi familia adelante. Mi realidad fue muy dura. Se podía decir que era el barrio más peligroso de Montería. A muchos de mis amigos los mataron, otros están en la cárcel y en su momento para mí era normal estar en la esquina de mi casa, viendo gente drogada, que se peleaba, las pandillas lanzándose disparos. Cuando salí del barrio me di cuenta que eso era grave, pero cuando vives ahí eso se vuelve algo normal. Siempre mis amigos me ofrecían vicio, marihuana, cocaína y yo de 12 años fui y probé, pero en ningún momento seguí haciéndolo, porque siempre tuve claro que quería ser futbolista profesional. Si yo me dejaba arrastrar por las drogas o por lo que vivía, no iba a pasar nada conmigo. Yo quería marcar la diferencia en el barrio”, reflexionó.

Se convirtió en jugador profesional en 2006, vistiendo los colores de Rionegro Águilas. De ahí, pasó por muchos equipos, teniendo su época dorada con Independiente Santa Fe, club con el que ganó una Liga, una Superliga y una Copa Sudamericana, torneo en el que fue el goleador.

Sin embargo, y pese a los lujos materiales que podía darse y más allá del cambio drástico que le dio su vida, Morelo asegura que encontró la verdadera felicidad muy alejado del fútbol, del dinero, de la fama o de los objetos materiales.

“Yo decía que cuando ganara 7 millones de pesos y tuviera un carrito iba a ser feliz. Dios me dio la oportunidad de ganar 7, 8, 10 y por ahí pasé y tenía mi carro. Dios me dio todo lo que yo decía que necesitaba para ser feliz, pero siempre había un vacío que no podía llenar ni el reconocimiento, ni el carro, ni una mujer, ni una cosa material. Yo decía, ¿y entonces?, porque nací en un barrio pobre y tenía cosas que nunca pensé tener, pero mi felicidad no me llegaba. Decía que era feliz cuando iba al concesionario y compraba el carro y lo parqueaba en mi garaje, pero esa felicidad duraba un mes. Pasé a vivir en los mejores lugares, pero la infelicidad seguía. Le pregunté a Dios qué me faltaba, porque lo tenía todo y no era feliz, fue cuando Dios tocó mi corazón y comencé a conocerlo, ahí comencé a ser verdaderamente pleno, feliz con Dios. El ser humano no tiene llenadora. Cuando juegas en Millonarios, quieres jugar en el Real Betis y cuando estás allá quieres al Real Madrid y cuando llegas ya no tienes para dónde coger”, comentó.

Actualmente es jugador de Colón de Santa Fe, en Argentina, país en donde la pasión por el fútbol puede chocar con su forma de ser, pero a pesar de los elogios que recibe, prefiere mantenerse cauto, sin escuchar demasiados halagos y concentrándose en mejorar cada día.

“En Argentina el fútbol se vive de otra forma, es como una religión, ellos prefieren no comer, pero tener sus partidos. Con la cuarentena están desesperados, no porque no puedan trabajar o hacer otra cosa, sino porque no hay fútbol. Aquí te odian con todo o te aman con todo. Aquí no hay ese nivel medio de resistencia. A mí me quieren mucho, pero es verdad que en Argentina es muy difícil, pero no hay que generalizar porque en la viña del Señor hay de todo. Por naturaleza, el ser humano es egocentrista y cuando te alimentan ese ego te sale lo malo, por eso, hace diez años yo le doy el primer lugar a Dios”, cerró.

La historia de Wilson Morelo. Un deportista que eligió el fútbol como vehículo para superarse económica y socialmente, pero que solo con Dios encontró la verdadera felicidad. Hoy es visto como el mejor jugador de fútbol que ha parido Montería y uno de los mejores deportistas de esa ciudad en todos los tiempos. Por ese amor y sentido de pertenencia, no descarta jugar en Jaguares de Córdoba, o en otro equipo costeño como Junior. Sin embargo, su corazón lo dejó en Independiente Santa Fe, elenco al que desea regresar en algún momento. A las instituciones a las que sí les cerró las puertas fue a Millonarios y Atlético Nacional, rival de patio y oponente histórico del conjunto ‘cardenal’, respectivamente.

Por: Jeffry Almarales Nieto

in , ,

Fulgencio Zúñiga, el campeón de la perseverancia

Crédito: Marco Pérez / Mpsportimages.com

Si hubo un boxeador que debió aguantar muchísimos golpes, de sus rivales y de la vida, para triunfar fue Fulgencio Zúñiga. Nació el 23 de julio de 1977 en el municipio de Padilla, departamento del Cuaca, en donde la agricultura era la actividad económica predominante y el fútbol era el deporte que se veía.

“Solo se respiraba fútbol, caña, millo, maíz, y realmente si practiqué boxeo fue por la voluntad de Dios”, dijo Zúñiga, invitado especial a BDC Podcast, que se emite todas las noches de lunes a viernes por nuestro canal de Facebook. “Mi mamá se levantaba a las 5 de la mañana y se iba a trabajar en agricultura y regresaba a las 6 de la tarde a pensar en dónde fiar para darnos de comer. Cuando lo conseguía tenía que prender un fogón de leña y comíamos tipo 10 de la noche”.

El menor de cinco hermanos vio cómo la delincuencia segó la vida de su padre en un atentando, por lo que debió dividir su tiempo entre sus estudios y ayudar a su madre en labores del campo.

Sin embargo, un día, uno de sus vecinos que laboraba en Cali, pero visitaba cada semana Padilla, llevó unos guantes de boxeo y puso a pelear a todos los niños del sector. Momento único, de amor a primera vista entre Fulgencio y el boxeo.

“Yo era el negrito, mocoso, sin camiseta, con el pelo rubio, pero de tanto coger sol, con la ropa rota. Por mí no daban un peso y es que yo no tenía aspiraciones. Un día llevaron unos guantes a mi pueblo y todo el mundo quería colocárselo. Me los pusieron y desde esa tarde quería irme a practicar boxeo”, contó.

Insistió a su vecino durante casi dos años, hasta que en enero de 1992 este aceptó llevarlo hasta la capital del Valle del Cauca, en un viaje en bus que tardó dos horas.

“Desde esa fecha más nunca he vuelto a vivir en mi pueblo. Salí con 14 años. Fue algo impresionante y extraordinario. Si cuento lo que me ha pasado en la vida me van a tratar de loco, pero esto es un milagro”, manifestó.

Sin embargo, en la ‘Sultana del Valle’ no todo fue color de rosas y así se lo hizo saber la vida desde un principio. Incluso, con corta edad, Fulgencio debió en algún momento trabajar en el sector de la construcción en las tardes y luego partir a sus entrenamientos para así tener dinero con el cual alimentarse.

“Él entró a su fábrica y yo me quedé afuera y empecé a caminar y me perdí. Me encontré a un tío y le dije que me ayudara a encontrar a mi amigo y él me llevó, pero no podía dormir con mi amigo porque él se quedaba en una pieza, y no sé en qué condiciones, Me fue a donde mi tío, pero su mujer se aburrió de mi a los 15 días y me fui a dormir en un bus en una gasolinera en Cali, llegué a dormir en andenes, hasta que un hombre me vio y me llevó a su casa y estuve por un año allá y después pasé a donde una hermana que se mudó a Cali”, recordó.

Conoció a José Leonardo Cruz, olímpico colombiano, a quien le insistió que quería ir a boxear a Bogotá. Así, Fulgencio llegó hasta la capital de la República aspirando a formar el equipo de boxeo amateur de las Fuerzas Armadas que se preparaba para los Juegos Nacional de Barrancabermeja 1996, sueño que no pudo cumplir debido a sus limitadas condiciones deportivas en esa época.

“Yo lo convencí de que me llevara, pero yo no pensaba que podría haber una ciudad tan fría. Yo no me bañé por una semana del frío. Corría media cuadra y me ahogaba. Todos me daban trompadas. Hasta que un día me echaron, no me quisieron decir que era porque no sabía pelear, pero sí me echaron”, confesó.

Sin embargo, inspirado por el boxeo de los boxeadores atlanticenses, quienes eran potencia del boxeo en Colombia desde la década de los 80 y en el talento de su amigo José Leonardo, formado deportivamente en ese departamento, decidió reunir dinero y viajar hasta Barranquilla en 1994, en contra de la petición de su madre, quien quería que regresara a Padilla.

Allí, fue llevado al Coliseo Cubierto Humberto Perea, donde fue recibido por el entrenador Jorge García Beltrán, a quien consideró su mejor amigo.

“Yo subía al ring y todos me daban golpes, ya me había vuelto hasta sinvergüenza. Yo dormía en el gimnasio y comía lo que me daba la gente. El profesor me metía en esos campeonatos para que yo comiera bien. Yo no tenía técnica. Salía de una esquina para otra. Yo lo único que hacía erar tirar trompada”, narró.

Sin embargo, recuerda cómo, el 31 de diciembre de 1995, cansado de perder y perder, recibió el Año Nuevo arrodillado y pidiéndole a Dios que lo dotara de talento, lo cual de manera milagrosa ocurrió.

Zúñiga empezó a ganar en 1996, y fue llevado “de relleno” a los Juegos Nacionales, pero resultó siendo campeón. Conformó la Selección Colombia en 1997 y logró varias medallas. Debutó como profesional en 2001. Fue campeón mundial súper medio de la OIB y monarca latino de la OMB. Combatió con boxeadores de la talla de Kelly Pavlik, Lucían Bute, Gilberto Ramírez y Yuniel Dorticós, además de protagonizar veladas de PPV de HBO y de hacer sparring en campamentos de Félix ‘Tito’ Trinidad o Floyd Mayweather Jr. Cumplió su sueño de combatir en el Madison Square Garden de Nueva York. Viajó por Estados Unidos, Puerto Rico, Alemania, Canadá, Sudáfrica, Francia, Bélgica y Reino Unido. Pero sobre todo, se superó en la vida.

Por: Jeffry Almarales Nieto

El CMB tendrá tres campeones ligeros. Sulaimán se defiende

Mayweather da sus primeros pasos como entrenador con Devin Haney